Admite que tú y yo siempre la mar brava. Siempre como si el mar se nos tragara si no pusiésemos todo lo que teníamos que poner para ser piratas luchando en el amar y en el amor. Meses de humedad y de huesos calados de verdades a medias. Los besos cada vez menos convincentes y el amor en decadencia,pero las medias como estilo de vida, eso sí.
Fue tormenta sin calma en el sofá, en la cocina,en la cama, y yo empeñada en ver que no llovía dentro de ti. Que el amor resiste más de lo que dura porque por más cabos sueltos que se encuentran tirados por el barco cuando se está a la deriva el miedo al naufragio deduce tierra a la vista en cualquier brillo en el horizonte.
Algunas veces pensaba que nos retábamos a duelo, pero en realidad me dolías y lo sabes. Yo lo permitía, y remaba, y te decía que perdonaba todo ese jodido dolor que me impedía nadar, y volar, y reir. Éramos grumetes cada vez más ahogados de tanto sol y tanta sal resbalando por los labios y por las mejillas. Resumiendo: El amor en metamorfosis y la mar estampándome fuerte contra las rocas de la orilla eran los ingredientes de una tortilla a la que tú no le echabas huevos ni aún cuando prometías que los traerías contigo la próxima vez.
Hubiera besado tu ingenio a distintas velocidades, pero tantos cañonazos acabaron por herirme prácticamente de muerte y así no. Así no me pidas que ignore el salvavidas que me tira ese barco que quiere curarme. Entiéndelo. Tú me hundes y él me mira y me dice que el dolor y el amor no deben de ser sinónimos en ningún caso. Así que hubo una vez, y otra, y otra, y otra hasta que dejó de haberlas y entonces te rendiste.
Sabíamos amar, pero el mundo se volvió peligroso para mí y además acabaste infectándome con tu jodida indiferencia. Que sepas que no me hundo más, que en el fondo de los pozos se encuentran las sonrisas más bonitas y pienso hacerlo. De aquí al cielo. A volar. Procura cuidarte, y recuerda que siempre serás el abrazo de mi vida.